Pasarán varios años para dimensionar, por completo, el impacto que dejó la pandemia en la educación de millones de niños, que experimentaron, buena parte de su vida escolar, alejados de las aulas. Unicef, en marzo de 2021, entregó un primer balance: más de 168 millones de niños en todo el mundo se vieron afectados por el cierre de los colegios y, en total, se perdieron 1,8 billones de horas de aprendizaje tras la suspensión de las clases.
En América Latina y El Caribe, según el Banco Mundial, fueron entre 12 y 18 meses de escolaridad desaprovechados. Frente a este panorama, es fundamental y urgente el esfuerzo de los gobiernos y del sector privado para mejorar la calidad y el acceso a la educación, así como para cerrar las brechas que se vieron acentuadas durante los años de pandemia. La Fundación Terpel lidera varias estrategias para responder a estos desafíos.
“Con la crisis sanitaria –dice la directora ejecutiva de la Fundación, Marcela Montoya– el sector se replanteó la forma de atender las brechas existentes, agudizadas por el confinamiento. Debimos adaptarnos rápidamente para garantizar la continuidad al proceso de aprendizaje en los niños y niñas”.
Y agrega: “Los niños, en la ruralidad, no tienen las mismas oportunidades ni herramientas de aquellos que viven en zonas urbanas; así mismo existen muchas diferencias entre los contenidos y las formas de enseñanza entre la educación pública y privada. Nosotros, como Fundación Terpel, trabajamos para promover y contribuir al cierre de estas brechas”.
Precisamente, uno de los principales retos de la organización es fortalecer las competencias básicas de matemáticas, lenguaje y liderazgo, a través de prácticas pedagógicas adaptadas a cada contexto. “En la Fundación Terpel, enfocamos nuestros esfuerzos en mejorar la calidad de la educación de diferentes zonas del país, implementando 6 programas de alto impacto”, dice Montoya. “Estos programas buscan generar y promover el pensamiento crítico, mejorar la comprensión lectora y el desarrollo de habilidades de liderazgo”, agrega la directora ejecutiva.
Adicionalmente, con el Ministerio de Educación y las Secretarías departamentales y municipales, la Fundación acompaña a los maestros para que fortalezcan su vínculo con los padres de familia y así armonizar los ambientes hogar-escuela. “Nuestra invitación es a innovar, a salir de los paradigmas tradicionales de la educación para aumentar la motivación de los docentes y los estudiantes, y fomentar el aprendizaje de competencias útiles para la vida”, recalca Montoya.
Otra de las grandes apuestas de la Fundación Terpel es la de llegar a los territorios más apartados de las cabeceras urbanas. A través de aulas interactivas y un espacio ecoamigable, dotado con herramientas tecnológicas, la Fundación apoya el proceso pedagógico de estudiantes e impulsa a los maestros a innovar en las aulas y a usar estrategias interactivas, dinámicas e interculturales en sus clases. El objetivo es doble: por un lado, reducir la brecha digital y social y, por el otro, favorecer el desarrollo de competencias tecnológicas.
“Desde hace 18 años, la Fundación ha trabajado para tener una Colombia mejor educada, más competitiva y equitativa. Ese es nuestro compromiso como aliados del país”, concluye Marcela Montoya, directora ejecutiva de la Fundación Terpel.